jueves, 28 de octubre de 2010

el regreso

"Los vagos de la estación dicen que volvió al pueblo, che, pero, ¿dónde carajo se metió el Ñato, ese mismísimo hijo de puta?" La pregunta de Cáceres se respondió por sí sola un par de minutos después. Fue cuando la puerta de madera y vidrios repartidos se abrió, dejando entrar la ola de calor y humedad junto con la llegada del Ñato Etchesortu. Entonces el silencio se hizo presencia en el bar del Hotel Colón. Sólo el chirrido del viejo ventilador de techo tenía algo que decir. El escribano Mencía demoró más de lo habitual en guardar los billetes en su bolsillo trasero: quería presenciar ese acontecimiento en primera fila. Los vagos del pueblo, sentados contra el ventanal, aplazaron la siguiente tirada de dados, dejando que el Osvaldo se llevara las apuestas del día. Ismael, en un acto mecánico, sacó la ginebra y un vaso de los nuevos de debajo del mostrador. Los otros vagos, los mensajeros, simularon una muda y ridícula conversación entre ellos. Hasta el perro zarco que lo había seguido desde el playón de la estación, apoyó el hocico frío contra la puerta a la espera de novedades. El Ñato se sacó el sombrero y caminó con la cabeza  gacha hacia el baño, al final del pasillo, no sin antes saludar con una seria reverencia a Ismael. Este le devolvió el saludo mientras servía la ginebra con tónica. Cuando la puerta del baño de hombres se abrió, el bar del Hotel Colón volvió a una forzada normalidad.

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