lunes, 28 de junio de 2010

sí-no

El principio fue "sí". Un sí cósmico, metafísico, pre-histórico, a-temporal, a-theos. Un "sí" que fue más bien un grito, una exclamación, una tautología. Imagínense dos partículas (llámense átomos, llámense células) que se dicen sí, que se reconocen en la diferencia, y entonces surge eso llamado universo, cosmos, mundo. Se dicen sí la una a la otra, como si fuera un guiño cómplice que marca la diferencia entre el nunca antes y el ahora siempre. A partir de ahí, el grito se desgarra y se multiplica en diferentes ecos, que varían en tonos y semitonos; intensidades y duraciones; graves y agudos. Una combinación infinita de notas, compases, y acordes. De ahí que, en potencia y en acto, cada ser cante su propia, única, e intransferible melodía. Es decir, en la multiplicidad de tiempos y espacios ninguna música será la misma; ningún eco de ese "sí" primigenio, esencial, ontológico sonará o vibrará del mismo modo.
Pero en este pentagrama cosmogónico, el "sí" juega caprichosamente a velar y develar a su opuesto-complementario "no", que no es sino el más puro y prístino silencio donde los seres nos dejamos decir: un hálito, una bocanada, una respiración muda. Silencio que más que acción es poesía: ámbito donde la afirmación se resguarda en lo no-dicho. O, mejor, no-lugar de lo que una no-vez se dijo y que se encuentra a la espera de la vuelta por volverse a dejar decir. Entonces, en ciertas combinaciones espacio-temporales, surgen de las márgenes o intersecciones de este gran pentágrama, una raza de semi-dioses llamados poetas, los cuales revelan-develan el "no" del "sí", jugando a des-ocultar las frecuencias. Pero sucede que aún, nosotros mortales, no estamos preparados para escuchar el silencio del pre-principio, que es a su vez el final por devenir.

Debe de haber, pues, una pre-pre-historia, una ante-metafísica oculta, inaudible, atonal, latente, que espera su vuelta. ¿Deberíamos afirmar, pues, que el universo jamás ha comenzado?

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