Hay un rincón de esta ciudad que se me aparece en sueños. Donde se escucha el silencio en medio del bullicio, y un edificio en forma de cubo mágico y lleno de libros, le da sombra.
Hay una esquina por la que Borges no se atrevió a pasar. Y yo tampoco. Hay un jacarandá enorme en medio de la avenida, que regala flores en primavera y cobija perros en invierno.
Hay un bar en la calle de los cines y teatros donde se pide café con leche y medialunas, y donde hay billar y caña para los visitantes de noches estrelladas.
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