domingo, 11 de julio de 2010

cazar

Arribando alicaídos al amanecer, avistamos arcaicas aves autóctonas. Batiendo brisas, bellas bandadas blancas cabecearon crispadas crestas coloradas. Cayeron ceñudas cinco, cincuenta, cien cigüeñas cazadas. Dieciséis días después, en el encendido este, focalizamos fallecientes flamencos. Gimiendo guturales graznidos, huyeron heridos hacia helados hábitats. Imagino invadirán irrisorias islas. Jerárquicamente, juntamos jurásicos jabalíes kilometrando Kabul. Las lacerantes lanzas localizaron libertinos linces lamiendo libaciones. Mis mordaces manos masculinas mataron mancebos, neo natos, nociva, neciamente, obscenamente. ¡Oh! Obedientes, obcecados, ofreciéronse. Pacientemente, presagié preciadas presas. Perseguí precoces pumas: príncipes poblando planicies prístinas. Quejumbrosos quisieron resistirse. Rehuyeron recelosos, rugiendo recias respiraciones. Sentí sus suplicios, saciar sus sedes salvajes, soberanas. Silencio sepulcral. Taimados tigres, temiendo traicionarme, usurparon una urbe vecina, velozmente. Vacilé y vocee, "¡Vengan voraces, vuélvanme victorioso!" Vencedor, vitoreando “William Wallace”, whiskée xilofoneando xenófilos Yugoslavos.  Yeguas y yaguaretés yacían yuxtapuestos. Y yo, zigzagueando zonzamente, zapatée zurras zumbando zurubíes.


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